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 Por: Francois Macedo

Desde el 15 de marzo de 1983 se conmemora el Día Mundial de los Derechos de los Consumidores. Gracias al trabajo realizado por las Naciones Unidas, esta fecha no solo nos ha permitido recordar la existencia de estos aspectos normativos, sino también el compromiso de una sociedad cada vez más preocupada por un desarrollo sostenible y seguro.

Pocos años después de abrirse una casi ilimitada cantidad de oportunidades para el comercio, con la creación del internet (1969), era importante reconocer que la actividad económica estaba proyectada a romper todo tipo de fronteras. Sin embargo, esta apertura comercial no solo se avecinaba con grandes posibilidades de desarrollo, sino también con la lamentable promoción del “juego sucio” por parte de un número considerable de empresas y sus incentivos económicos. Riesgos que se ubicaban frente a una sociedad recientemente salida de un periodo de revoluciones, narrativas nocivas y un sometimiento claro por parte de los grupos de poder hacia diferentes sectores sociales, lo cual significaba una clara la situación de vulnerabilidad en el territorio del dinero. Hoy, la constante búsqueda por la optimización de recursos, la reducción de costos y las estrategias del mercado son solo algunas de las variables que aún ponen en constante peligro tanto al consumidor como a su estilo de vida, ya que las firmas han buscado la manera de utilizar las necesidades del consumidor para ignorar muchas veces las nuevas políticas que protegen su acceso a la información y reclamo.

En el Perú, se han realizado esfuerzos significativos por mitigar esta asimetría de poder entre los agentes económicos y la sociedad. La creación del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) junto a las “Normas sobre Protección al Consumidor” han sido herramientas que tanto las instituciones públicas como los propios grupos sociales han tratado de valorar y difundir entre los diferentes sectores, con el objetivo de concientizar tanto a las empresas como al consumidor para que las actividades comerciales sean prestadas a mayor detalle y se evite la vulneración mediante las necesidades. Asimismo, la difusión de conceptos como “Información clara y precisa” o “Productos útiles y de calidad” han sido también un motor importante de diferentes grupos sociales para impulsar reformas regulatorias necesarias en las empresas y los productos comercializados. Con todo lo anterior, nace la pregunta ¿Por qué sigue siendo relevante esta fecha si ya tenemos los derechos proclamados? La respuesta una serie de aspectos que trascienden de solo la “existencia” de algo, si no de la cultura de la desinformación y la permisibilidad que tienen ciertos agentes económicos de manejar el espacio a su gusto.

Actualmente, los Derechos de los Consumidores dejaron de ser el resultado de una lucha para su decreto y se transformaron en una herramienta para fomentar una nueva cultura de compra y venta. Lo que se requiere, es que los consumidores dejen de ver la actividad comercial como un “pago y tengo” y se tomen el tiempo de leer las “letras chiquitas” para visualizar la satisfacción de nuestras necesidades como un “verifico, pago, tengo y vuelvo a verificar”. Esto permite, ya no solo crear espacios se consciencia sobre las diferentes herramientas de empoderamiento que tenemos como sociedad, sino una mitigación importante a la capacidad de las empresas para hacer caso omiso a estas regulaciones que solo propician reducir los daños a las personas.

En conclusión, es entendemos que los Derechos de los Consumidores no solo implican limitantes en una hoja escrita, sino una serie de acciones que saltan de la lucha comercial y saltan a la transformación de los aspectos culturales y una deconstrucción de las narrativas que nos han mantenido en una etapa de vulneración y riesgo de salud durante muchas décadas.