El Perú se ha engalanado: estandartes, pabellones, emblemas, banderas desplegadas, trajes que muestran nuestra diversidad y nuestro afecto por la tierra en la que hemos nacido y ¿quién querría renunciar a este fantástico sentimiento patriótico?
Todas las naciones tienen sus momentos de fiesta. El país entero vive con pasión y hasta nos atrevemos a decir, con devoción, estos días. Se desarrollan festejos en la industriosa y comercial Arequipa, en la diversa e indescifrable Loreto, en la espiritual y mística Ayacucho, en la monumental Cusco, en la corajuda ciudad de Puno o en la inmensa y elegante Lima y a todas las une resistir admirablemente los temporales que azotan a este Noble país. Parafraseando al poeta Antonio Machado: “La tierra se desgarra, el cielo truena, pero tú”, “sonríes, a pesar de todo, con plomo en las entrañas”.
Nuestra entrada a este mundo es de un desgarrador grito. Ese grito del recién nacido puede ser comprendido como un grito de rabia y de desconcierto, pues, sale del vientre de una madre en el que se encontraba cómodo y tenía todas sus necesidades satisfechas a un mundo en el que le cuesta respirar y comer. Conforme ese bebé se va haciendo adulto encuentra la misma sensación de falta de aire, pues, debe desarrollarse en un mundo complejo en el que le cuesta no solo vivir, sino convivir.
Es la familia y el Estado, con cada una de sus instituciones, los llamados a acoger a este delicado niño y futuro hombre y acompañarlo en su tránsito de individuo a ciudadano, pero muchas veces, en este proceso, la ayuda necesaria no llega y, muy por el contrario, con torpezas e ignorancia se asfixia y doblega la calidez de este hermoso ser.
Desde que somos un País soberano y con ideales republicanos, El Perú ha sostenido mucho dolor. Los dos últimos años de Pandemia nos han enrostrado todo lo que no hicimos bien : Instituciones precarias que no estuvieron a la altura de las circunstancia contando con los recursos y profesionales suficientes para hacer frente a un virus que arrasó con la vida de miles de peruanos; personas corrompidas por el deseo de dinero que lucraron con la necesidad de compatriotas de querer salvar la vida de sus seres queridos; prejuicios instalados desde inmemoriales tiempos por los que se cree que unos cuantos por su color o por su clase son mejores y que trajo como consecuencia no solo negligencia , sino el olvido de poblaciones vulnerables y aisladas como las comunidades minoritarias en nuestros País.
¡Querido Perú, nos dueles! Nos duele la desigualdad de oportunidades, nos pesa la precariedad de tus instituciones, la pobreza que marca y transforma el ánimo humano, el abandono de nuestros ancianos que muchas veces con sus cuerpos marchitos deben salir a la calle a vender algún producto porque no lograron obtener una pensión, la violencia contra niños, mujeres y poblaciones vulnerables, la intolerancia frente a las ideas distintas, nuestra frágil democracia y conductas que, muy a nuestro pesar, prevalecen en la conciencia colectiva peruana que hay que desterrar. No reconocerlo sería una clara prueba de inmadurez.
Sin embargo, también tenemos debemos evidenciar muchas conductas edificantes: somos un pueblo hacendoso, infatigable, creativo, solidario, que irradiamos una serie de valores inculcados desde la infancia en el seno familiar y escolar, como el afecto, el cariño o el respeto, que créannos cuando lo decimos, es muy superior al desplegado en otras latitudes.
Nuestra historia nos impulsa a querer comenzar de nuevo para mejorar y reparar todo el daño causado. ¡Y no es tarde! Podemos juntos construir un país mejor porque tenemos ingentes reservas de amor en nuestros corazones y ustedes, jóvenes, son quienes guiarán a su país dentro de poco. ¿cómo quisieran hacerlo? ¿Con ira, con desgano o con alegría y disfrute?
La ira saldrá naturalmente si se sienten incapaces, si disponen de escasos recursos intelectuales y actitudinales, si no aprenden a quererse y la alegría brillará si confían en ustedes, aceptan sus errores como parte de todo proceso de aprendizaje ,trabajan por repararlos y aprenden a convivir, a pesar de los conflictos que conlleva toda convivencia, teniendo como mira ser parte de la solución y no del problema. Este es el legado que queremos dejarles.
El Perú es su hogar, es el lugar donde se construye sus experiencias más significativas que dejarán hondas huellas en su memoria y marcará su sentido de pertenencia y arraigo, defiéndanlo y protéjanlo de todos aquellos que no aportaron y solo se quejaron e incluso de las precariedades de uno mismo. Sean personas que marquen la diferencia como nuestros próceres de los que muy poco se habla, pero que hicieron mucho más que solo dejar una carta de proclamación un 28 de julio, dejaron sus sueños y esperanzas depositadas en este País.
Ese ser que ingresa al mundo gritando, necesita ser calmado. Acojamos con ternura a ese ser que está en cada uno de nosotros y con la generosidad y calidez que nos caracteriza transformemos el dolor en goce, construyendo un País del que podamos sentirnos orgullosos.
¡Feliz día, querido Perú!
Por: Lic. Juan López Benito
Lic. Danae Sánchez Luna
Lic. Silvana Velarde Castillo